12 de enero de 2007

La angustia como motor creativo

El poeta alemán Rainer Maria Rilke

Desde la infancia, Hans Christian Andersen tuvo conciencia de su incapacidad para enfrentarse con los más sencillos conflictos de la vida diaria. Fue un niño solitario, que temía volverse loco como su abuelo. Se lamentaba de no poder disfrutar de las cosas como los demás. Inventar historias fue su refugio y, posiblemente, su salvación.

Se plantea aquí un problema complicado de teoría de la creación literaria. Las personas vulnerables tienen una sensibilidad más afinada para muchos aspectos de la realidad, en especial para los negativos. Esto tiene relación con una idea griega que ha tenido una larga historia. Los médicos griegos consideraban que le carácter está definido por la mezcla de los cuatro humores básicos: sangre, flema, bilis y bilis negra. El predominio de uno u otro producía los cuatro tipos de carácter: sanguíneo, flemático, colérico y melancólico. El melancólico sería el más cercano a la personalidad vulnerable de la que estoy hablando. Pues bien, un escrito apócrifo atribuido a Aristóteles -Problemata- incluye un texto que tuvo un éxito excepcional: "Todos los genios son melancólicos". Es decir, todos los genios tienen un ramalazo de fragilidad o de locura. Están mal dotados para la vida. En cambio, a los sanguíneos, que disfrutan de los placeres, se les considera personajes simples y sin interés.

Todo esto ha hecho que en muchas ocasiones, sobre todo después del romanticismo, algunos artistas hayan cuidado mucho su fragilidad, considerándola origen de su energía creadora. Rimbaud aspiraba al "dérèglement de tous les sens", y Rilke pensaba que necesitaba el mal íntimo para crear, por eso se negó a someterse al psicoanálisis, como le recomendaban su mujer Clara y su amiga Lou Andreas-Salomé. Al fin y al cabo había escrito: "Es un privilegio poder sufrir hasta el fin, para conocer de la vida hasta sus más íntimos secretos". El 14 de enero de 1912 dice en una carta al doctor Emil von Gebsattel, médico psicoanalistas: "Si no me equivoco, mi mujer está convencida de que es una especie de dejadz por parte mía lo que me impide hacerme analizar conforme al aspecto piadoso de mi naturaleza (como dice ella); pero esto es falso; es precisamente, por así decirlo, mi piedad lo que me impide aceptar esta intervención, ese querer poner en orden mi interior, esa cosa que no forma parte de mi vida, esas correcciones en tinta roja en la página escrita hasta ahora. Ya lo sé, estoy mal, y usted, querido amigo, ha podido ya comprobarlo; pero créame, estoy tan lleno de esta maravilla incomprensible e inimaginable que es mi existencia, que, desde un principio, parecía imposible y, no obstante, continúa, de naufragio en naufragio, por caminos cuajados de las más duras piedras, que si pienso en la posibilidad de no volver a escribir, me trastorna la idea de no haber trazado sobre el papel la línea maravillosa de esa existencia tan extraña".

Resumió su miedo en una bella frase: "Temo que al expulsar a mis demonios puedan abandonarme también mis ángeles". Como contrapartida, quiero citar la opinión de una personalidad ansiosa, Woody Allen. Cuando le preguntaron si esa ansiedad era el motor de su creatividad, contestó: "No creo que cuanto más angustiado estés seas más creativo. Al contrario, si uno está sereno su trabajo mejora. Nunca he estado angustiado por la idea de no estar angustiado".

JOSÉ ANTONIO MARINA en Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía (Anagrama).

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