14 de enero de 2007

Griegos y cristianos frente al valor

ILUSTRACIONES: Arriba - 'La muerte de Sócrates', del pintor francés Jacques Louis David; Abajo - 'Martirio de San Sebastián', de Paolo Vasta

Sócrates murió serenamente -pudiendo haberse salvado- para acatar las leyes de la ciudad, y durante siglos fue un ejemplo de valor fervorosamente ensalzado. Se convirtió en un modelo para la cultura occidental. Siglos después, se le comparó con Jesucristo, otro gran ejemplo de valor. Pero entre ambos había muy pocas semejanzas. Según los Evangelios, también Jesús pudo librarse de la muerte, y no quiso. Como Sócrates. Pero las analogías terminaban ahí. La figura atormentada de Cristo dista mucho de la tranquila, impávida, teatralmente insensible de Sócrates. Antes de su muerte, Sócrates charla de filosofía con sus amigos; en cambio, la víspera de su crucifixión, Cristo suda sangre, de pura angustia. Tiene miedo y suplica a Dios que le libre del suplicio.

El valor cristiano no tiene el aspecto imponente, frío, estéticamente irreprochable, del valor clásico. Es una valentía medrosa, sufriente, con temor y temblor, humilde, humana. En su teología, Kierkegaard llevó esta presencia de la angustia hasta el paroxismo. Mientras que el sabio estoico demuestra su dominio de sí y de las circunstancias, y despliegue su autonomía con la elegancia y la displicencia de quien extiende un manto regio o una cola de pavo real, el cristiano se siente débil, incapaz, menesteroso. Pero piensa que Dios le dará fuerza. Lo que es imposible para el hombre -entre otras cosas, ser valiente- es posible para Dios. "Todo lo espero en Aquel que me conforta, es decir, que me da fuerza". La fortaleza es un don divino. Como dice San Pablo: "No es un espíritu de cobardía lo que Dios nos ha dado, sino un espíritu de fortaleza" (II, Tim. 1, 7). Las actas de los mártires cuentan la historia de pobres gentes asustadas que se enfrentan al martirio con un valor que no comprenden y que han recibido como un terrible regalo.

Lo que para el griego clásico era morir en batalla -la culminación del valor-, va a ser para el cristiano el martirio. Pero entre ambas muertes, sin embargo, hay una radical diferencia. En una se afirma la autarquía del yo, en otra se afirma la obediencia a Dios. Ambos tipos de valentía -la que emerge de la fuerza personal y la que se recibe de Dios- van a continuar vigentes en la historia occidental, mezclándose de diferentes maneras, lo que dará origen a una página emocionante de nuestra historia íntima.

JOSÉ ANTONIO MARINA en Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía

13 de enero de 2007

Tu madre es una criada

ILUSTRACIÓN: 'La criada', del pintor holandés Vermeer de Delft

Albert Camus cuenta en El primer hombre, esa autobiografía narrada al modo de una novela, un suceso conmovedor. Gracias a la ayuda de su profesor, Camus consigue una beca para ir al instituto. Allí se encuentra con niños procedentes de otros medios sociales, y comienza a sentirse aislado, porque sólo su amigo Pierre viene del mismo barrio que él. En ese momento se tropieza con la vergüenza. Refiriéndose a Jacques, el protagonista y heterónimo de Camus, escribe: "En los impresos que nos habían dado, había que poner la profesión de los padres. Él había puesto 'ama de casa', mientras que Pierre había puesto 'empleado de Ccorreos'. Pierre le dice que ama de casa no es una profesión, sino el trabajo de una mujer que hace las tareas de la casa. "No -le responde Jacques-, mi madre trabaja en casas de otros, por ejemplo del mercero de enfrente. Entonces -dijo Pierre, después de dudar un poco- creo que es preciso poner 'criada' (domestique)". Esta idea no se le había ocurrido nunca a Jacques por la simple razón de que esa palabra, demasiado rara, no se había pronunciado nunca en su casa -por la razón también de que ninguno de ellos pensaba que ella trabajaba para otros, ella trabajaba, en primer lugar, para sus hijos. Jacques se puso a escribir la palabra, se detuvo y de golpe conoció la vergüenza y la vergüenza de haber tenido vergüenza.

Hasta ese momento, Albert Camus sólo había conocido la mirada y el juicio de los suyos, de su familia. Pero ahora había dsecubierto la mirada de los de fuera, el juicio social. Descubre al mismo tiempo la devaluación del trabajo de su madre, y el riesgo de menospreciarla por su trabajo. Teme descubrir la miseria de su corazón. El término "criada" atribuido a su madre le confiere repentinamente un estatus social que la sitúa muy bajo en la escala social. Y su propio hijo se ve obligado a anotarlo en un cuestionario oficial. La imagen de su madre desviviéndose por sus hijos había sido sustituida por la imagen de una pobre mujer que trabaja para otros por un salario de miseria. Su hijo se avergüenza de esa mujer, y se avergüenza de haber sentido esa vergüenza. "Jacques habría necesitado un corazón de una pureza heroica excepcional para no sufrir con el descubrimiento que acababa de hacer, de la misma manera que habría necesitado una humildad imposible para no recibir con rabia y vergüenza lo que la vergüenza le descubría sobre sí mismo. No tenía nada de esto, sino un orgullo duro y malo que le ayudó al menos en esta circunstancia, y le hizo escribir con una letra firme la palabra 'criada' en el formulario, que llevó con la cara alta al encargado, que no le prestó ninguna atención. A pesar de todo esto, Jacques no deseaba en absoluto cambiar de estado ni de familia, y su madre seguía siendo lo que más amaba en el mundo, aunque ahora la amaba desesperadamente".

JOSÉ ANTONIO MARINA en Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía

Els bojos pel vent cremen Galícia

FOTOS: 1) Tierra calcinada en la localidad de Camariñas, frente a la Costa da Morte; 2) Un campesino de una pequeña aldea de Boiro, vecino de un hombre acusado de propagar incendios el pasado verano; 3) Una mujer, también de la localidad de Boiro, enseña el terreno quemado justo detrás de su casa; 4) Dos responsables municipales muestran el punto de inicio del fuego que devastó por completo la masa forestal de Rianxo. JESÚS GARCÍA, verano de 2006.


Galícia està envoltada d’una certa bogeria ambiental. És pel vent, que bufa amb força i trastoca l’enteniment. Ni més ni menys que el que passa a Roses o a Cadis. Aquest estiu, una cruel aliança –entre el vent i els bojos– va portar la devastació a les muntanyes d’A Coruña i Pontevedra. La natura, sempre abundant i generosa en terres gallegues, va cedir durant una setmana d’agost a la poderosa acció humana. Més de 75.000 hectàrees de bosc, segons la Xunta, van ser calcinades. Les columnes de fum s’aixecaven arreu i cremaven roures (carballos, en gallec), castanyers i, sobretot, eucaliptus. El foc va amenaçar també nuclis habitats. Els serveis d’emergència es van veure desbordats.

Quasi la totalitat d’incendis que es van desencadenar aquells dies negres van ser provocats. És fàcil encendre la flama: només cal una mica de voluntat. I és difícil que et vegin fer-ho: els boscos de Galícia són densos, amb l’avantatge que la fusta de l’eucaliptus –que abasteix la important indústria paperera del territori– crema amb rapidesa. Se’n va especular molt sobre el mòbil i les suposades raons ocultes dels piròmans. Tot plegat, fou una conspiració immobiliària? Va ser una revenja de les brigades contractades pel PP i que van quedar sense feina sota el nou Govern autònom? I si va ser una estratègia dels propietaris minifundistes gallecs per modificar els usos del sòl? Diuen que el primer brot d’herba que creix després d’un incendi és un bon ferratge per als cavalls salvatges...

De tot això, res de res. No hi va haver cap “trama organitzada”. Almenys de moment. Les forces de seguretat només van poder detenir una colla de piròmans (una trentena) com a autors dels incendis. Són la punta de l’iceberg: els bojos gallecs tocats pel vent. El perfil és ben definit. Es tracta habitualment d’homes, de mitjana edat, que viuen a aldees perdudes, que no tenen un treball definit i, sobretot, que tenen problemes amb l’alcohol. La Galícia fosca, amb parròquies recòndites i graners de pedra (els hórreos) no és un mite: existeix. Si busquem una explicació de tall freuidià, diríem que aquests “homes del foc” gallecs van ser nens infeliços. Potser no eren els més despabilats del món i els pares van preferir tancar-los a casa. Sense accés al món exterior, a poc a poc es van ofegar al poble i, sense possibilitats de desfogar-se amb dones, van veure una única via de sortida: la beguda.

Clar que entre els arrestats per piròmans hi ha altres casos curiosos. Com una dona que va ser sorpresa, de nit i enmig del bosc, amb un velam a la mà i uns llumins. Va adduir que volia preparar un ritual per espantar les meigas. O una encantadora anciana que, després de quatre anys provocant desenes d’incendis, va esclatar a plorar quan la van detenir perquè no sabia qui tindria cura, a partir d’ara, de les seves ovelles i gallines. També es va donar el cas patològic d’esquizofrènia del bomber-piròman, més preocupat per atiar el foc que no pas per aturar-lo.

Amb tot, una vegada més, el tòpic s’ho val: Galícia és una terra de contrastos. I a pocs quilòmetres del món obscur de les aldees hi ha Santiago de Compostela, que també va estar assetjada pels focs una setmana. La ciutat té molt de medieval i de cristià, de Santiago y cierra España. Però és encantadora i preciosa. Al casc antic t’hi perds –literalment– però l’olfacte i la vista t’orienten a través d’un recorregut culinari de luxe. Marisc o carn, no massa cars. I per acompanyar un bon vi blanc: Ribeiro o Albariño, tant és. La gent és molt amable. Tant, que sovint confonen la bondat amb el servilisme en una actitud que ajuda a entendre millor el perquè del caciquisme. Ben guarida dels vents que capgiren la ment, Santiago és el cim d’una muntanya espectacular. Calcinada, però igualment espectacular: Galícia.

Aquest reportatge va ésser publicat a la revista ONADA DE CULTURES (per veure el contingut d'aquesta publicació, clica aquí).

12 de enero de 2007

Regreso a Segovia

FOTOS realizadas en una visita relámpago a Segovia, el pasado otoño: 1) La deliciosa plaza de Juan Bravo, en el casco antiguo; 2) Vista panorámica desde la Torre del Homenaje del Alcázar; 3) Réplica de la loba capitolina al pie del acueducto; y 4) Vista del acueducto de Segovia y su entorno.

La angustia como motor creativo

El poeta alemán Rainer Maria Rilke

Desde la infancia, Hans Christian Andersen tuvo conciencia de su incapacidad para enfrentarse con los más sencillos conflictos de la vida diaria. Fue un niño solitario, que temía volverse loco como su abuelo. Se lamentaba de no poder disfrutar de las cosas como los demás. Inventar historias fue su refugio y, posiblemente, su salvación.

Se plantea aquí un problema complicado de teoría de la creación literaria. Las personas vulnerables tienen una sensibilidad más afinada para muchos aspectos de la realidad, en especial para los negativos. Esto tiene relación con una idea griega que ha tenido una larga historia. Los médicos griegos consideraban que le carácter está definido por la mezcla de los cuatro humores básicos: sangre, flema, bilis y bilis negra. El predominio de uno u otro producía los cuatro tipos de carácter: sanguíneo, flemático, colérico y melancólico. El melancólico sería el más cercano a la personalidad vulnerable de la que estoy hablando. Pues bien, un escrito apócrifo atribuido a Aristóteles -Problemata- incluye un texto que tuvo un éxito excepcional: "Todos los genios son melancólicos". Es decir, todos los genios tienen un ramalazo de fragilidad o de locura. Están mal dotados para la vida. En cambio, a los sanguíneos, que disfrutan de los placeres, se les considera personajes simples y sin interés.

Todo esto ha hecho que en muchas ocasiones, sobre todo después del romanticismo, algunos artistas hayan cuidado mucho su fragilidad, considerándola origen de su energía creadora. Rimbaud aspiraba al "dérèglement de tous les sens", y Rilke pensaba que necesitaba el mal íntimo para crear, por eso se negó a someterse al psicoanálisis, como le recomendaban su mujer Clara y su amiga Lou Andreas-Salomé. Al fin y al cabo había escrito: "Es un privilegio poder sufrir hasta el fin, para conocer de la vida hasta sus más íntimos secretos". El 14 de enero de 1912 dice en una carta al doctor Emil von Gebsattel, médico psicoanalistas: "Si no me equivoco, mi mujer está convencida de que es una especie de dejadz por parte mía lo que me impide hacerme analizar conforme al aspecto piadoso de mi naturaleza (como dice ella); pero esto es falso; es precisamente, por así decirlo, mi piedad lo que me impide aceptar esta intervención, ese querer poner en orden mi interior, esa cosa que no forma parte de mi vida, esas correcciones en tinta roja en la página escrita hasta ahora. Ya lo sé, estoy mal, y usted, querido amigo, ha podido ya comprobarlo; pero créame, estoy tan lleno de esta maravilla incomprensible e inimaginable que es mi existencia, que, desde un principio, parecía imposible y, no obstante, continúa, de naufragio en naufragio, por caminos cuajados de las más duras piedras, que si pienso en la posibilidad de no volver a escribir, me trastorna la idea de no haber trazado sobre el papel la línea maravillosa de esa existencia tan extraña".

Resumió su miedo en una bella frase: "Temo que al expulsar a mis demonios puedan abandonarme también mis ángeles". Como contrapartida, quiero citar la opinión de una personalidad ansiosa, Woody Allen. Cuando le preguntaron si esa ansiedad era el motor de su creatividad, contestó: "No creo que cuanto más angustiado estés seas más creativo. Al contrario, si uno está sereno su trabajo mejora. Nunca he estado angustiado por la idea de no estar angustiado".

JOSÉ ANTONIO MARINA en Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía (Anagrama).

Miedo y esperanza

'Los fusilamientos de laMoncloa', obra de Francisco de Goya

Spinoza considera que el miedo y su opuesto, la esperanza, son las dos grandes pasiones que permiten comprender los problemas éticos, religiosos y políticos. Son pasiones de la incertidumbre, afectos eminentemente inestables, que vuelven el ánimo inquieto e indeciso. "En efecto: la esperanza no es sino una alegría inconstante surgida de la imagen de una cosa futura o pretérita, de cuya realización dudamos. Por el contrario, el miedo es una tristeza inconstante, surgida también de la imagen de una cosa dudosa". Hay que añadir que Spinoza desconfía de ambas. De la esperanza pueden brotar las más virulentas formas de fanatismo, de impermeabilidad a la crítica, de entusiasmo y de agitación.

El emparejamiento entre miedo y esperanza tiene una larga tradición. Ya Aristóteles había escrito: "Para que se tema es preciso que aún se tengaalguna esperanza de salvación por la que luchar" (Retórica, 1835a). El rechazo de la esperanza se mantiene hasta en el Fausto. Goethe escribe:

Tengo encadenados y alejados de la comunidad
a dos de los mayores enemigos del hombre:
el Miedo y la Esperanza.

Spinoza y Goethe aspiran a la serenidad a toda costa. Si no deseo nada ni espero nada, no sufriré ninguna decepción. Pero me tempo que tampoco emprenderé nada. Ningún navegante se lanza al mar si no tiene la esperanza de llegar a puerto. La esperanza es, como decía Luis Vives, "la confianza de que sucederá lo que deseamos". Y añade: "La ilusión de la esperanza es gratísima y ante todo necesaria para la vida, en medio de tantas desgracias, situaciones difíciles y casi intolerables. Con clarividencia la fábula imaginó que en el vaso de Pandora, al derramarse y perderse todas las cosas, sólo la esperanza se quedó en el fondo (Hesiodo, Teogonía, 93-99). Fue la misma Pandora la que impidió que la esperanza se escapara.

JOSÉ ANTONIO MARINA en Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía (Anagrama).

 
Free counter and web stats