12 de mayo de 2008

Un poco de bacanal, por favor

Por sorprendente que resulte, Dioniso reprende al obstinado Penteo por no respetar las costumbres y la sabiduría popular al prohibir su culto.



No estamos acostumbrados a oír a los dioses orgiásticos argumentar en términos tan burkeanos, ni a considerar que el éxtasis y la veneración están estrechamente ligados. Como afirma el coro, lo que se ha admitido desde tiempos inmemoriales es lo que se funda en la naturaleza humana, y poner en duda una tradición de este tipo es el orgullo del intelectual errante. Según esta obra, y según los pensamientos de Burke sobre la Revolución francesa, la política que atraviesa todas las capas sedimentadas de costumbres y tradiciones con el fin de alcanzar sus fines tiene algo de perturbado o terrorista. Equivale a demoler una ciudad para salvarla. Donde, a juicio de Burke, se equivocan los jacobinos es en el mismo aspecto en el que, en opinión de Dioniso, se equivoca Penteo: en la falta de compasión. Pese a lo pintoresco del término, gran parte de la política exterior occidental actual adolece precisamente de ese mismo defecto.

La ironía de la argumentación de Dioniso reside en que lo que él considera que ha sido socialmente aceptado durante mucho tiempo es una especie de ruptura antisocial con lo cotidiano. Lo que dice es que el gozo animal y delirante que él representa debe ser venerado incorporándolo de algún modo en el orden social. Se debe institucionalizar la jouissance. De lo contrario, acabaremos olvidando que nuestro lugar está entre las bestias, negaremos nuestra condición de criaturas animales y nos veremos expuestos al atroz orgullo de una razón apartada del cuerpo. En este sentido, celebrar nuestra unidad con la naturaleza constituye el pilar fundamental de una cultura floreciente, no su enemigo. La compasión es una forma de política.

No cabe duda de que la frenética jouissance o el éxtasis aterrador del culto báquico es diferente de los plaisirs reposados de la existencia civilizada. Pero si Penteo tuviera un mínimo juicio hallaría un sitio para esta transgresión libidinal, como lo hay para el carnaval. El frenesí erótico está perfectamente en su sitio. No hay nada perjudicial en que haya alguna bacanal que otra; al contrario, de ella se puede cosechar la fuerza del bien, puesto que institucionalizar los rituales báquicos -hacer una costumbre de la copulación masiva- es un signo ostensible del reconocimiento del terror imposible de erradicar que subyace en el corazón de la vida social. Y este realismo moral constituye un pilar esencial de la prosperidad humana.

Terry Eagleton, Terror Santo.

1 comentario:

Ana dijo...

Hola Jesus, soy Ana Vivancos y encontre por casualidad tu blog. Solo quería enviarte un abrazo y decirte que esta lectura me hacen pensar que valen la pena los malos tragos que da la pedagogia. Mucha suerte con todo y, por favor, continua escribiendo!

 
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